domingo, 17 de mayo de 2009

Hitchcock & Pippi: la extraña pareja

Me quedé asombrado cuando vi aparecer a la pequeña en el cásting. Parecía ser todo lo contrario a mí: era una niña rebelde, eso sí, sencilla; espontánea y entre cuyos hobbies, según ella, destacaba cocinar crepes en el suelo. Su aspecto era desaliñado, con ropa vieja y colorida y sus cabellos de un color anaranjado lucían dos trenzas que bien podían pasar por un par de estropajos.

Me quedé absorto un momento, abstraído por la situación pero pensé que no tenía nada que perder por escucharla, así que mi ayudante Susan pasó a explicarle su papel. Aunque lo cierto es que la muchacha no parecía estar muy por la labor y no paraba de hablar de caramelos. No sé por qué.

Hitchkock: Lo siento señorita, el casting se ha terminado. Además, no era un casting para payasos – dice con semblante serio.

Pippi: ¿Casting? No diga palabras raras que yo no pueda entender. Diga caramelo, que eso si que lo entiendo. Se los ha comido todos usted, ¿eh? ¡Por eso ahora esta tan gordo y no tiene pelos!

Hitchkock: ¡Pero qué dices! ¿Que caramelos? Aquí no repartimos caramelos, muchacha. Aquí hemos estado haciendo pruebas a chicas que quieren ser la protagonista de mi próxima película. Si quieres caramelos, vete al kiosko de la esquina.

Pippi: No disimule. Sé que los tiene usted, me lo dijeron mis amigos. ¡O me da caramelos, o sabrá quien es Pippilotta Victualia Rogaldina Chocomiza!

Hitchkock: Jajajaja, ¿así te llamas? ¿Dónde están tus padres Pipppilota… Vic…?

Pippi: Pippi. Mi madre está divirtiéndose en el cielo, y mi padre es pirata, rey de los congoleños.

Hitchkock: Ahhh, ¿Y se puede saber con quien vives, Pippi?

Pippi: Vivo con mi caballo Pequeño Tío y con mi mono Sr. Nilson.


Hitchkock:
Jajaja, Claro, y seguro que sabes volar, ¿no?

Pippi: ¿Es usted adivino?


Y parece que sí sabía. En ese momento estiró de sus trenzas y empezó a volar. Pero ¿cómo podía ser?

Lo reconozco, soy maniático y obsesivo y su voz de pito me molestó al principio, aunque sorprendentemente acabé encandilándome por aquella chiquilla. Pippi parecía estar acostumbrada a causar ese efecto pero yo, un director de mi reputación, no. Y menos por una niña pelirroja, traviesa, basta y que olía a caballo.


Hitchkock: Emm… Bueno, he de reconocer que en todos los años que llevo haciendo cine, nunca había conocido una actriz tan… peculiar. Eres imaginativa, audaz, me has hecho reír y, además, tienes poderes sobrenaturales. Enhorabuena Pippi, el papel es tuyo.

Pippi: No me haga usted la pelota, y no me de un papel, ¡yo quiero caramelos!

Hitchkock: Está bien, Pippi. ¿Cuántos caramelos quieres?


Pippi:
Mmm, ¡con mil seria suficiente!

Hitchkock: Vale, ¿quieres algo más?

Pippi: Si, 400 chicles y 200 piruletas.

Hitchcock: Ahora llamaré a mi ayudante y en un rato te traerá todo.

Pippi: ¡Resultará que al final usted es un hombre generoso! ¡Lástima que no lo sea en cabello! jijiji.

Hitchkock: Jajaja, es cierto. Oye Pippi, hablando de pelos…¿Que te parecería teñirte de rubia? Si lo hicieras, mandaría construir un parque de atracciones hecho de golosinas, para que pudieras divertirte junto con tus amigos. ¿Qué me dices?


¿Quién sabe si con el tiempo Pippi podría convertirse en mi nueva musa, al estilo de Tippi Hedren o Grace Kelly?


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